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Formato digital contra soporte físico, el eterno debate

Formato digital contra soporte físico

Si Matrix y el suelo de mi habitación procreasen

Hola, muy buenas. Me llamo Alber, y soy fisicohólico. Lo he intentado dejar, desengancharme con litros y litros de digitalona, pero nada. No hay forma de cambiar mi parecer. Me acerco a las estanterías, observo mi colección de cajitas con videojuegos de distintas épocas y máquinas, pensando en que aún no son suficientes. Quiero más. Necesito más. Y la inminente falta de espacio no hará cambiar mi parecer; menos aún la comodidad y simpleza de las bibliotecas digitales, meros unos y ceros que no regarán mis ojos con plástico y cartón, en forma de soportes palpables altamente volátiles y desgastables… En mi fuero interno, se abre el debate del formato digital contra el soporte físico clásico, y os voy a hacer partícipes, hala.

Vaya por delante que las opiniones vertidas por este colaborador son unipersonales e intransferibles, no teniendo porqué coincidir con las del resto del staff de Comuesp.

Christian Grey tenía su habitación roja, otras personas la tenemos de esta guisa…

Ya, así puesto, parece que ni el que os escribe tiene claro que su ciega preferencia por el formato físico no sea contraproducente, e incluso roce lo absurdo. Quizás toca poner un poco de contexto a toda esta parrafada altamente subjetiva (con alguna pizquita de objetividad, y mucha mala baba), no es cuestión de intentar cambiar los hábitos de nadie, en absoluto. Y vaya por delante, cada formato tiene sus puntos buenos, y otros tantos malos. Pero aquí vamos a exponer, desde un enfoque especialmente “consolero”, porqué abrazar solo y exclusivamente lo digital (como la mayoría de empresas en el sector desean que hagamos), puede ser pelín desolador a la larga.

Formato digital ganando a soporte físico ¿Tendencia de mercado, o imposición plausible?

Sí, en PC lo digital es ya el estándar. Y no, no es cuestión de culpar a los jugones de ordenador por haber permitido que así sucediese, pasando por el aro y demás. Dicen que las comparaciones son odiosas (por eso no está bien mirar en los urinarios hacia los lados), y las consolas poco tienen que ver con los computadores: las primeras, valen para “consolar” lúdicamente, los segundos para eso, e infinidad de actividades más; programar, editar, navegar, trabajar… Marquemos una línea divisoria separadora, entre los dispositivos que sólo valen para jugar, y los que permiten infinidad de usos. Unos, además, están totalmente cerrados para que el usuario sólo pueda realizar las acciones decididas por el fabricante, y en los otros, la imaginación y conocimiento son el único límite.

Flipad, estas cosas existieron de verdad, no solo como atrezzo en los Fallout…

La libertad que ha brindado la informática doméstica a los usuarios, trajo consigo una facilidad para “divulgar gratuitamente” programas de forma pasmosa. ¿Por qué pagar por productos, (que sí, en su cajita quedan muy chulos), cuando los puedes tener por la cara?

Si, la piratería siempre está a punto de acabar con la industria, pero…

Así, la piratería digital ha campado a sus anchas desde tiempos inmemoriales: juegos que se podían copiar en casetes (cómo subieron las ventas de las dobles pletinas a su costa), disquetes fácilmente grabables, CD’s en tarrinas al peso… Pero llegó internet. ¡Oh, bendita red de redes! No vamos a extendernos (más, jus), pero en pocos años los juegos para PC pasaron de cintas, a “cedeses”, luego a meros papelitos, y ahora son simples compras en tiendas digitales. Aquellos libretos y los geniales sistemas anti-copia se han perdido en el tiempo, como lágrimas en la lluvia (sí, yo he visto cosas que no creeríais).

Me saqué el Doctorado en Egiptología y tres Másters en criptografía gracias a estas movidas.

Ojo, me libre San Clive Sinclair de sugerir que las inclinaciones Jack-Sparrowianas de los usuarios PeCeros, han llevado a la práctica desaparición del formato físico en ordenadores, mientras aún resiste en las “maquinitas”. Han sido numerosos los factores, como el hecho de optar a la distribución de títulos o la auto-publicación, que son infinitamente más simples en ordenador que en consola. Sistema absolutamente abierto y en el que cualquiera puede lanzar lo que le apetezca con pasmosa sencillez en lo distribuible, contra aparatos totalmente cerrados y donde los fabricantes tienen el control. De los precios, del contenido, de todo. Si encima se permite a las marcas que dominen lo que jugamos, cómo lo jugamos, y hasta cuándo lo jugamos, empiezan los problemas. Ahí está el meollo del asunto.

“Difícil de ver, el lado oscuro de lo digital es”

Dejemos de divagar y andarnos por las ramas. Si el formato físico en consola se esfuma, los usuarios perderemos mucho, y las grandes marcas del ocio electrónico ganarán más (aún). Llamadme catastrofista, pájaro de mal agüero, o Míster Negativo (esto si eso, como al malote de Spidey). También me podréis debatir que las empresas no viven del altruismo, están para hacer caja (aunque nos dejen sin las nuestras de plástico), obtener beneficios y blablabla… pero son muchos los puntos que, en caso de derivar el mercado de las consolas al only-digital, acabarán pasando factura al jugón.

Mucho antes de los leds RGB, los colorinchis ya arrasaban en nuestras manos. Y retinas.

Veamos unos poquitillos ejemplos de pros y contras:

  1. Libre mercado versus Monopolio. Buah, cómo me flipo, pensaréis… Pero es tal cual. Pasaremos de poder comprar nuestros juegos en cualquier cadena de hipermercados, franquicia, minorista, o pillarlo a la web mundial que nos plazca, y pudiendo comparar importes… a un único precio: el que marcarán las tiendas digitales de Chony, Mocosoft O Ninpondo (¿censura?, ¿lo qué?). Si esto no significaría una exclusividad absoluta en el control de la economía videojueguil, ya me diréis qué lo sería. De aquí al Máster (del Universo) en Macro-economía, me quedan dos pasos, lo sé.
  1. Propiedad contra cesión de derechos. “Is qui tidis lis juiguis sin licinciis”, ya os veo venir… NOPE. El producto comprado en digital, es poco más que una licencia de uso, sin lugar a dudas. El adquirido en su caja, siempre y cuando no requiera conexión (y el dispositivo que lo reproduzca tampoco), es tuyo y lo podrás disfrutar, forever and ever. Me da igual el “descargo de responsabilidad” y todas las parrafadas que vienen en los panfletitos o saltan en pantalla. Con un disco puedo hacer lo que me salga de la nariz (o del pendrive). Mismamente, usarlo para espantar palomas de la ventana (jaque mate, digital)… o va, algo más interesante, como lo que nos lleva al siguiente punto…

En los siguientes puntos entra un factor filosófico/utópico frente al empresarial

  1. Lo mío es tuyo, lo tuyo es mío. Jolín, empieza a haber más profundidad socio-política en este texto que en una peli de Michael Bay… es decir, entre poco y nada. Ahora en serio, la tag-line pseudo-comunista viene a cuento de la oportunidad que brinda el soporte físico para ceder, prestar o regalar nuestras adquisiciones al prójimo. Intercambiar nuestras pertenencias es un derecho (por mucho que se quiera limitar con “disclaimers”) bastante chulo, la verdad… y que les da tirria a las empresas, lógico. Y ya no hablemos del mercadeo y la segunda mano, que borrarían de la faz de la tierra gustosamente.
  1. Lo que era tuyo, ahora es etéreo. Vale, que los unos y ceros son poco tangibles, si los comparamos con la robustez y presencia de un cartucho, es algo obvio. No es que nuestras compras en las tiendas online de consola sean humo… pero cuidadín. He aquí otro de los mayores problemas del digital, sobre todo en consolas, donde no hay forma de tener “copias de respaldo” o back-ups: lo sencillo que resulta quedarnos con las manos vacías; el simple robo de correos electrónicos y contraseñas de inicio, han hecho perder a gente miles de euros en inmensas bibliotecas lúdicas. Y no, a menudo sin opción de recuperarlos, en muchos casos.
Kratos acaba de descubrir que ha perdido su cuenta para siempre. Lo siguiente, no será abrazar a su familia…

Y en conclusión

  1. El arte ha de ser eterno. Si el videojuego es una forma artística más (para el menda que os escribe, un claro CHÍ a ese debate), preservarlo y poder admirarlo para siempre no debe ser una mera alternativa. La fecha de caducidad en títulos que desaparecen de las tiendas digitales, o peor aún, el cierre de estas últimas (hola… más bien adios, store de Xbox 360), nos dejará sin acceso futuro a miles y miles de títulos sin que nos demos cuenta. La protección y salvaguarda de sus legados no va mucho con las mega-corporaciones, por más que, a base de reediciones, remasters y remakes hagan parecer que miran por ello. Si hay posibilidad de beneficio, se relanzará una obra, si no, quedará en el olvido a las pocas generaciones. Ay pena, penita, pena.

En el soporte físico aún se puede encontrar el amor

Podría continuar mi alegato (que no “ánimo felino”) con un buen puñado de razones más. Por ejemplo, tratando sobre la innegable belleza mostrada, a lo largo de las décadas, por los distintos contenedores y contenidos videojueguiles, con su variedad de formas e imaginativas estructuras: desde aquellos mastodónticos embalajes de PC, en los que cabía un disco, el tocho-manual, la piedra Rosetta anti-pirata y en el espacio sobrante, la población de Massachussets… (¡salud!) a las actuales ediciones especiales; bandas sonoras, libritos de artes, stickers, pines, y casi cualquier tipo de merchandising que podáis desear sobre vuestro título favorito encontraréis en su interior. Deliciosas de contemplar (no se recomienda lamerlas, para eso ya están los cartuchos de la Switch).

El contenido de una buena edición especial, bien te vale para decorar, como para sobrevivir a una crisis energética o al apocalipsis.

Para que conste en acta, adoro a las tres grandes marcas que dominan el mercado en la actualidad; nos dan horas infinitas de diversión a millones de usuarios en todo el planeta… pero torres más altas han caído y quizás, sin la opción del físico, solo nos quedaría de ellas, llegado el momento, un lejano recuerdo. Creo que los gamers nos merecemos poder elegir entre el formato que más nos agrade, y cada vez parece más claro que a las compañías solo les importa uno de ellos. Bueh, al menos, podré seguir quedándome embobado, admirando mis cajitas de generaciones pasadas, y disfrutarlas durante décadas… hasta que el cartón se desintegre y el plástico se volatilice, claro.

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